Haciendo una comparación de la evaluación según Eisner y Hernández podemos ver que ambos consideran a la misma como una situación de puntuación, es decir donde se formulan juicios de valor sobre los procesos de aprendizajes de los alumnos y siempre o en la mayoría de los casos son utilizadas para medir el éxito o fracaso de dichos procesos. Considero que la evaluación es un hecho puntual y que en esa situación artificial diversas cuestiones interfieren en los conocimientos reales que poseen los alumnos, es una situación de tensión, nervios y de manejo de poder por parte del docente. Creo que la evaluación es necesaria, pero deberíamos pensar en diversas formas de evaluación, no el examen como hecho aislado y descontextualizado, donde lo que se espera esté claro tanto por parte del docente como del alumno y en donde los mismos puedan dar cuenta real de lo aprendido, considerando sus propios procesos personales.

Eisner establece la evaluación desde los diversos dominios en donde se produce el aprendizaje artístico, Hernández realiza otro tipo de clasificación en torno a la evaluación en arte pero podemos encontrar algunas similitudes. Ambos coinciden en que deben tenerse en cuenta los aspectos productivos, la capacidad de inventar, de manejar los materiales, la reflexión en torno a esas prácticas y su relación con los contextos culturales. Además hay un fuerte hincapié en entender, comprender y reflexionar sobre las producciones artísticas en general como base para los propios aprendizajes. Esto puede verse en la evaluación del dominio crítico de Eisner y en la interpretación, análisis y comprensión de las obras y el arte en general que plantea Hernández.

Cabe aclarar que la propuesta de Eisner es superadora a las anteriores (como ya dijimos la corriente autexpresiva dejó consecuencias graves relacionadas a la igualdad de condiciones de la disciplina en relación con otras materias) en el hecho de que establece o sistematiza ciertas cuestiones que tienen que ver con el aprendizaje artístico, en este sentido es un fuerte crítico de las prácticas docentes y una manera de sistematizar es la de establecer categorías, (tediosas en algún sentido) que permitan su objetivación, dejar por escrito para poder ser efectivo en esos cambios que pretende. También trae aparejado que es necesario la evaluación en artes, si bien Eisner no hace una crítica hacia los modos de evaluar sino que presenta nuevamente categorías de qué cuestiones se debería evaluar en educación artística.

Hernández también establece ciertas categorías de lo que se debería evaluar pero propone al porfolio como formato e idea de modos de evaluación, en donde se tienen en cuenta el proceso del alumno, en donde se pueden ver las producciones en un contexto determinado, que dan cuenta de una relación de los diversos contenidos, que nos permite establecer un análisis también por parte del docente sobre los procesos de enseñanza – aprendizajes y sobre el modo de apropiación del conocimiento que estamos proponiendo a los alumnos.

Si bien considero que ambos desarrollan cuestiones y problemáticas que deben tenerse en cuenta a la hora de prestar atención en los procesos de enseñanza y aprendizaje en artes, y que de hecho hay que tenerlas en cuenta también para comprender el presente, para comprender el estado de situaciones actuales en educación artística, cabe aclarar que los contextos que ambos manejan son diferentes a los actuales en Argentina 2008. Puedo comprender, clasificar, entender ambas posturas, que responden a modelos o enfoques diferentes, que tienen muchas características en común y que son interesantes a la hora de enseñar y aprender en artes pero me siguen quedando muchos cuestionamientos al respecto.

Lo que se va a enseñar, los contenidos y objetivos y por lo tanto las evaluaciones no están determinadas por los propios docentes. Es decir ellos no interfieren de manera directa y real sobre la realización de los curriculums y programas.

Haciendo esta aclaración, podemos decir que las cuestiones a evaluar están relacionadas directamente con los curriculums, es importante tenerlo en cuenta a la hora de saber que contenidos son los que se tienen que dar y por lo tanto los que se van a evaluar. Entonces deberíamos comenzar más arriba pensando en quienes son los que realizan y establecen los programas en educación artística, quienes establecen los contenidos que luego se deben evaluar y que deben ser evaluados por los docentes que están en el aula y que no han participado en la elaboración de los mismos. Por lo tanto esas evaluaciones terminan siendo pura burocracia y una constancia oficial de lo que el alumno debería haber aprendido. Además a través de la burocratización se ejerce el control, el docente se ve afectado en su trabajo con mayor responsabilidad, más control y menor autonomía. Las prácticas institucionales son perversas, poseen un doble discurso, permite la participación pero hasta cierto punto. No hay tiempos reales para la participación, esta necesita de reflexión, de análisis, de tiempos de discusión y es lo que siempre falta, por lo menos lo podemos ver en los múltiples ejemplos de la educación argentina, en la no participación real a la hora de reformular los curriclums.

Esto es real, real también es que los docentes tienen que cambiar sus maneras metodológicas de enseñar en artes, atender a problemáticas actuales, no dejar de lado los contextos, incorporarlos al aula. Los docentes pueden manejar su situación en el aula, las metodologías de lo que deberían enseñar perfectamente están en sus manos y desde ahí es desde donde se puede y debe actuar.








Este trabajo esta en el marco del parcial propuesto por la cátedra de Didáctica Especial I - dibujo - pintura del Profesorado Superior en artes plásticas de la Escuela de artes de la FFYH de la UNC.